Lima,
28 de julio de 2023
JUSTOS POR PECADORES
Por
Antero Flores-Araoz
Diría
que es casi axiomático el hecho que los antiguos y populares
refranes contienen muchísima sabiduría y, recurrir a
ellos como ejemplo, lleva a mejorar el diario comportamiento.
Uno
de los dichos a los que me refiero es el de “JUSTOS PAGAN POR
PECADORES”. Recordando expresiones populares, que sin ser
refranes guardan mucha relación con ellos y explican bien
determinadas situaciones, está el famoso “pagaron pato”
el cual se refiere a que muchas veces son terceros los que tienen que
afrontar los yerros de sus congéneres y sobre todo de sus
allegados.
Se preguntarán con razón ¿a
qué viene todo esto? La respuesta es muy simple, a hacer notar
el pedido de algún religioso prominente del catolicismo
peruano, en el sentido que el Sodalicio
de Vida Cristiana debería
disolverse y desaparecer a causa de las inconductas y supuestas
inconductas de miembros del Instituto entre los que está su
fundador. Esto es hacer pagar los platos rotos a quienes nada
tuvieron ni tienen que ver con las inconductas a las que me
refiero.
Las inconductas, pecados o delitos, son personales
y tienen que ser enrostrados a quienes los perpetraron, pero no a
toda su comunidad, como se pretende y con lo que disiento. De ello ya
ha dado muestras la Iglesia en diversos y penosos casos. La
responsabilidad por hechos atentatorios contra derechos sustantivos,
corresponde a sus autores, quienes tendrán que responder ante
la sociedad por ellos, pero no se puede pretender que terceros sean
perjudicados con las sanciones.
Siendo las responsabilidades
de carácter personal, tenemos que cuestionar actitudes muy
corrientes y cotidianas. Si hay alguna persona notable en la sociedad
y un pariente de ella comete un desatino, un desliz o incluso alguna
falta o delito, inmediatamente se anuncia en los medios: “el
sobrino de fulano o de zutano, cometió tal fechoría”.
Nos preguntamos: ¿qué tiene que ver el pobre tío?
Pues nada, pero lo involucraron indebidamente y, encima, si el
responsable tiene que pagar alguna indemnización, se
pretenderá que la pague el tío que nada tuvo que ver
con el asunto.
Algo similar está pasando con la
Congregación Sodalicio de
Vida Cristiana al pretenderse su desaparición, afectándose
al honor y prestigio de todos sus integrantes y, peor aún,
terminando con un modo de vida en comunidad que los demás
integrantes de la Institución escogieron libre y
voluntariamente y afectando a muchas personas que al día de
hoy se siguen beneficiando de sus obras pastorales.
Se han
preguntado acaso los propulsores de la desaparición de la
congregación a la que nos referimos: ¿qué pasará
con los sacerdotes y religiosos que la conforman? Probablemente
tampoco se habrán preguntado a dónde irán a
parar los seglares, que, sin ser religiosos, forman parte de la
entidad cristiana. Por supuesto, no han pensado tampoco en los
alumnos, profesores y personal no docente de los colegios, institutos
y universidades que directa o indirectamente conducen. ¿Alguien
se ha puesto a pensar en los feligreses de las parroquias conducidas
por sodálites, en varios países, y que están muy
satisfechos de su relación con ella? Respuesta simple, no lo
pensaron.
Necesitamos del humanismo cristiano que,
aparentemente olvidaron para que justos no paguen por pecadores.